El estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 supone un grave conflicto interior para el pintor ya que su ideología liberal le acerca a los afrancesados y a José I mientras que su patriotismo le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. Este debate interno se reflejará en su pintura, que se hace más triste, más negra, como muestran El Coloso



o la serie de grabados Los Desastres de la Guerra.

Desastre n° 7.

Los Desastres de la Guerra constituyen la serie más dramática y terrible entre los grabados de Goya. Consta de 82 estampas que fueron realizadas por el maestro hacia 1810, aunque se introdujeron las últimas escenas hacia 1815. Temeroso de una persecución política por la dureza de los grabados, las guardó a buen recaudo y fue en 1863 cuando fueron publicadas por primera vez. La serie supone una brutal crítica a la sinrazón de un conflicto armado, sin tomar partido ni por "los buenos" ni por "los malos". Su espíritu ilustrado, que había depositado su confianza en la monarquía de José I, se vio traicionado por las brutalidades de los soldados de Napoleón. Así muestra a los franceses, de la misma manera que hace con los españoles, como auténticas máquinas de matar. Que valor! es la única estampa de la serie en la que el anciano pintor alude a un personaje concreto: Agustina de Aragón y su heroica actuación en la defensa de Zaragoza, personalizando el valor desbordado por las mujeres durante la Guerra de la Independencia. La mujer trepa por los cadáveres de los anónimos artilleros para disparar el cañón que salve a su ciudad y a la patria ante el ataque francés. La belleza de esta estampa viene motivada por su monumentalidad y su clasicismo.



Su estilo se hace más suelto y empastado. Al finalizar la contienda pinta sus famosos cuadros sobre el Dos y el 3 de Mayo de 1808:


La lucha con los mamelucos, El 2 de mayo de 1808 en Madrid.

Fusilamientos de Príncipe Pío, El 3 de mayo de 1808 en Madrid.

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