El poder ejecutivo de la república se confió a un Directorio que, como forma de evitar la dictadura, estaba compuesto por cinco miembros. El poder legislativo lo ejercía una asamblea bicameral, formada por el Consejo de Ancianos y el Consejo de los 500.
A pesar de la crisis financiera, la guerra prosiguió brillantemente para los franceses, que obligaron a Prusia y España a firmar tratados de paz (1795). Los éxitos en la guerra dieron un gran prestigio al ejército y el poder acabó siendo controlado por un militar, Napoleón Bonaparte, que dio el golpe de Estado del 18 de brumario (1799), acabó con el Directorio y estableció un nuevo régimen político, el Consulado (1799-1804).
En 1799, Napoleón fue nombrado primer cónsul, es decir, jefe de gobierno, durante tres años. Poco a poco, fue imponiendo un poder cada vez más dictatorial: en 1802 se proclamó cónsul vitalicio y en 1804 se coronó emperador, con el nombre de Napoleón I. El imperio perduró diez años.
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