EROS Y PSIQUE.

Psique era la menor de las tres hijas de un rey, y su belleza sólo era superada por su inteligencia, que era muy elevada. Venus, madre de Eros, se puso celosa de ella y le encargó matarla. Pero cuando la vio la amó y deseó irrefrenablemente, y no pudo cumplir su encargo. Es más, se la llevó a un palacio sobre las nubes y la convirtió en su mujer. Pero sólo iba a verla por las noches, a hacerle el amor, y bajo la condición de que Psique jamás intentara ver su rostro. La primera noche tuvo miedo de él, quien la tranquilizó prometiéndole no hacerle daño alguno. Pocos días más tarde, se acostumbró a sus tiernas y ardientes caricias y besos, hasta hacerse adicta a los mismos y amarlo como él a ella.

Pero las hermanas de Psique (Psique no en vano se llama así, representa o simboliza la mente; Eros es el corazón), muertas de envidia, empezaron a atormentarla y a hacerle pensar que tal vez su marido era un monstruo abominable y por eso no se dejaba ver por ella. Psique escondió un candil y una noche vio la cara de su amante: Chicos, es el dios del amor, o sea, que estaba buenísimo, "cañón" vaya. La joven muchacha quedó subyugada ante tanta apostura, y sintió hacia él un amor y una pasión inconmensurables. El despertó y le dijo:"¿qué has hecho? ¡No hay amor sin fe! Te condeno a vagar sola por el mundo y a pasar los peores trabajos. Te lo he dado todo y no has creído. Ese es tu merecido"


Pobre Psique, pasaron décadas, y la madre de Eros la sobrecargó con las peores adversidades y penalidades que puedan imaginarse. Entre ellas, bajar al Reino de los Muertos y pedirle un ungüento de belleza a la propia Perséfone. Psique pensó en ponérselo y así borrar las ojeras y los estragos que sus innumerables lágrimas habían hecho en su rostro. Pero la caja sólo contenía el espíritu del sueño, que le venció inclemente. Ella fue fiel a la esperanza, y bajó hasta los abismos y subió a las cimas más altas llamando a su amado en vano. Una vez Eros la encontró al borde de un camino. El dolor y el sufrimiento habían llenado de contenido el rostro de Psique: ahora era más bella que cuando joven. Entonces Eros comprendió la grandeza de su amor, y la magnitud de su sufrimiento. Y la belleza de su alma, transparentada en su rostro ya no de niña sino de toda una mujer, le fascinó y le enamoró aun más que la primera vez. La perdonó y se la llevó de nuevo consigo. Congeló su edad, y no cumplió más años, no envejeció, y por siempre vivieron juntos en armonía.

Eros y Psique, de Antonio Canova

Biografía: Escritor y periodista español famoso por sus brillantes retratos críticos de la vida y la sociedad española de su época. Se suicidó a los 28 años. Es uno de los escritores más destacados del siglo XIX, tanto por su visión de la vida como por la calidad literaria de sus escritos.

· Nace: 24 de marzo de 1809
· Lugar: Madrid , España
. Muere: 13 de febrero de 1837
. Lugar: Madrid , España










Vuelva usted mañana es el título de un artículo periodístico escrito por él y sentencia lapidaria caracterizadora del mal hacer del funcionariado y la burocracia española, que comenzaba a dar los primeros pasos en aquellos turbulentos años treinta del siglo XIX español. Y, la verdad, la frase ha hecho historia, pero no ha perdido actualidad. Se ha cumplido el pasado martes día 24 el segundo centenario del nacimiento de este personaje tan controvertido, periodista y escritor madrileño, que pasó por esta vida con prisa -se suicidó el 13 de febrero de 1837- pero tuvo tiempo de dejar su impronta en la España del absolutismo represor de Fernando VII, en los años de la primera guerra civil -primera guerra carlista- y pudo ver y sentir los primeros latidos del liberalismo moderado después de la época ignominiosa fernandina.Hijo de afrancesado, vivió con su familia exiliada en Francia. Regresan en 1818 pero es en 1825 cuando Larra se instala definitivamente en Madrid, donde comienza a frecuentar, siendo aún muy joven, las tertulias literarias de la capital. En 1828 sólo tenía 19 años, pero Mariano José inicia su carrera periodística con la publicación de un folleto mensual, El duende satírico del día en donde publica ocho artículos firmados como "El Duende".









En 1832 publica la revista satírica El pobrecito hablador en donde escribe con el seudónimo de "Juan Pérez de Munguía". En ese mismo año comienza a colaborar con la Revista Española, de tendencia liberal, en la que por primera vez aparece un artículo suyo -Mi nombre y mis propósitos- utilizando el seudónimo de "Fígaro" que lo hará famoso. Algunos de sus artículos más famosos fueron Vuelva usted mañana, El castellano viejo, Entre qué gentes estamos, En este país y El casarse pronto y mal. Escribió la novela costumbrista No más mostrador, la novela histórica El doncel de Don Enrique Doliente y la pieza teatral Macías.A pesar de su juventud y de seguir una trayectoria vital plagada de contradicciones -llegó a ser elegido diputado por el partido conservador-, Larra era un gran observador de la vida social, la política, las costumbres y la cultural del país. Fue látigo literario de la clase dirigente y crítico satírico de una sociedad tradicional, antigua, anclada en el costumbrismo más conservador, y propugnaba la laicización de la sociedad española. Para algunos especialistas de la literatura española, Larra está considerado como uno de los primeros y destacado exponente del romanticismo español. También hizo crítica de teatro y literaria así como el tratamiento de temas de actualidad política. Publicó más de doscientos artículos en ocho años muchos de los cuales siguen estando de plena actualidad.


SUS FRASES:

“Una flor delicada, manosearla es marchitarla”.

“El pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas”.

“Bienaventurados los que no hablan porque ellos se entienden”.

“En este triste país, si a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer zapatos”.

“Hay algunos hombres que no dicen lo que piensan y otros que piensan demasiado lo que dicen”.

“Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta”.

“Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Quién ha muerto en él? Leamos. ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!”.

“No sé en qué consiste que soy naturalmente curioso; es un deseo de saberlo todo que nació conmigo, que siento bullir en todas mis venas, y que me obliga más de cuatro veces al día a meterme en rincones excusados por escuchar caprichos ajenos”.

“¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído”.

“Es gloria el rendimiento y no flaqueza y es dichoso el que puede obedeciendo obedecer al menos a una hermosa”.

“Suponiendo que se escriba con principios, se puede escribir después con varios fines”.

(Rafael de Riego y Núñez; Santa María de Tuñas, Asturias, 1785 - Madrid, 1823) Militar español. Miembro de los Guardias de Corps, luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia (1808-14). Estuvo prisionero en Francia, en donde recibió la influencia ideológica del liberalismo revolucionario.

En 1819 fue destinado como comandante al ejército que se estaba concentrando en Andalucía con la intención de partir hacia América y restablecer allí el dominio colonial español, que las rebeliones de los criollos habían eliminado durante la ocupación francesa de la metrópoli. Riego participó en las conspiraciones liberales encaminadas a sublevar al ejército contra el régimen absolutista impuesto por Fernando VII; y en 1820 se pronunció públicamente en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) a favor de la Constitución de Cádiz de 1812, que el rey había abolido nada más regresar.

El descontento de las tropas por las condiciones en que iban a ser enviadas a América (en una flota poco fiable) facilitó el éxito del pronunciamiento. Riego recorrió Andalucía al frente de una columna, animando a la insurrección a los liberales y sin encontrar apenas resistencia, hasta que Fernando VII se decidió a jurar la Constitución.

Se abrió así un periodo de monarquía constitucional (el Trienio Constitucional de 1820-23), enormemente difícil por la deslealtad del rey al régimen que le habían impuesto los liberales. El propio Riego se convirtió en símbolo del liberalismo radical y colaboró con los gobiernos liberales como capitán general de Galicia y de Aragón y presidente de las Cortes (1822).

Cuando se produjo la invasión francesa de los «Cien mil hijos de San Luis», que venía a restablecer el absolutismo, Riego encabezó la resistencia en Andalucía (1823); pero fue derrotado, capturado y ejecutado. Pervivió, sin embargo, en la memoria popular como un héroe mítico de la lucha por la libertad; la marcha que tocaban sus tropas durante los hechos de 1820 siguió sonando como himno revolucionario a lo largo del siglo XIX y fue declarada himno nacional de España por la Segunda República (1931-39).
Reinó entre 1808 y 1833, año de su muerte. En el medio llegó a renunciar, casi obligado por Napoleón, pero volvió como rey a una nación que lo aclamó y llamó el Deseado. Los últimos años de su reinado se caracterizaron por la problemática de quién lo sucedería, quedando su primogénita Isabel como heredera del trono.

Complicado reinado
Fernando VII nació en San Lorenzo de El Escorial el 14 de octubre de 1784. Fue el tercer hijo de Carlos IV y de María Luisa de Parma. Su padre ascendió al trono en 1788, por lo que él fue reconocido como príncipe de Asturias.

En 1802 se casó con María Antonia de Nápoles, quien cuatro años después falleció. Fernando en total se casó cuatro veces, pero sólo su última mujer le dio descendientes, dos niñas.

Como príncipe conspiró contra Godoy, favorito de su padre, y contra el mismo Carlos IV. A consecuencia del Motín de Aranjuez (1808), Godoy fue destituido y Carlos IV tuvo que abdicar en su hijo. Fernando VII comenzó a reinar España el 19 de marzo de 1808.

Ese mismo año Napoleón Bonaparte convocó al rey en Bayona, donde se encontraba exiliado Carlos IV. El primero renunció a la Corona española a favor de su padre quien abdicó en Napoleón. Éste, por su parte, nombró rey de España a su hermano José I hasta 1813. Mientras, Fernando VII se encontraba prisionero en Valencay, y se desarrollaba la Guerra de la Independencia.

En 1810 el Consejo de Regencia reunió las Cortes en Cádiz y declaró único y legítimo rey de la nación española a Fernando VII de Borbón. Las tropas francesas fueron derrotadas por los españoles, lo cual llevó a la firma del Tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) por el que la Corona española fue restituida a Fernando VII.

Éste regresó a España en 1814, muy bien recibido por toda la nación, que lo llamó El Deseado. Un grupo de diputados absolutistas le presentó el Manifiesto de los Persas, en el que aconsejaban la restauración del sistema absolutista y la derogación de la Constitución elaborada en las Cortes de Cádiz de 1812. Fue así como primera acción declaró nulas la Constitución y las disposiciones de las Cortes de Cádiz.

A partir de 1822, esta política reformista tuvo como respuesta una contrarrevolución surgida en la Corte, llamada Regencia de Urgell. Al año siguiente se consolidó el absolutismo como forma de gobierno, lo cual coincidió con la independencia de la mayoría de las colonias americanas.
Desde 1823 a 1833 imperó el absolutismo. Los últimos años del reinado se caracterizaron por la problemática por la cuestión sucesoria. Por un lado su hermano Carlos quería sucederlo. Éste, que se casó con María Cristina de Nápoles, derogó la ley Sálica, por la que se excluía a las mujeres de la sucesión.

Entonces el nacimiento de la princesa Isabel (hija de Fernando VII), en 1830, originó la lucha entre Carlos y la futura reina. A la muerte del rey, el 29 de septiembre de 1833, quedó como tutora y gobernadora María Cristina durante la minoría de edad de la princesa, que luego reinó como Isabel II


Reina de España (Madrid, 1830 - París, 1904). Isabel II nació del cuarto matrimonio de Fernando VII con su sobrina María Cristina de Borbón, poco después de que el rey promulgara la Pragmática por la que se restablecía el derecho sucesorio tradicional castellano, según el cual podían acceder al Trono las mujeres en caso de morir el monarca sin descendientes varones.

En virtud de aquella norma, Isabel II fue jurada como princesa de Asturias en 1833 y proclamada reina al morir su padre en aquel mismo año; sin embargo, su tío Carlos María Isidro no reconoció la legitimidad de esta sucesión, reclamando su derecho al Trono en virtud de la legislación anterior y desencadenando con esta actitud la Primera Guerra Carlista (1833-40).

Hasta que Isabel II alcanzara la mayoría de edad, la Regencia recayó en su madre María Cristina, la cual encabezó la defensa de sus derechos dinásticos contra los partidarios de don Carlos; para ello entabló una alianza con los liberales, que veían en la opción isabelina la posibilidad de hacer triunfar sus ideas frente al partido absolutista agrupado en torno a don Carlos.

Isabel II

En consecuencia, llamó al gobierno a los liberales y aceptó el régimen semiconstitucional del Estatuto Real (1834); la presión de los liberales más avanzados le obligaría luego a admitir la nacionalización de los bienes de la Iglesia (desamortización de Mendizábal) y el establecimiento de un régimen propiamente liberal (Constitución de 1837). Entretanto, la suerte de las armas fue favorable para la causa de Isabel, pues los ejércitos de Espartero consiguieron imponerse a los carlistas en el frente del Norte (Convenio de Vergara de 1839) y en el Maestrazgo (derrota de Cabrera en 1840).

En aquel mismo año, sin embargo, María Cristina fue apartada de la Regencia y expulsada de España, desacreditada por su matrimonio morganático y por su actitud reacia al liberalismo progresista; el propio general Espartero le sucedió como regente en 1841. Por entonces se habían decantado ya las dos corrientes en las que se dividió la «familia» liberal: el partido moderado (conservador) y el partido progresista (liberal avanzado).

Después de tres años de Regencia de Espartero y de consiguiente predominio político de los progresistas, en 1843 fue derrocado el regente por un movimiento en el que participaron moderados y progresistas descontentos (1843); para evitar una nueva Regencia, se decidió adelantar la mayoría de edad de Isabel II, quien comenzó, por tanto, su reinado personal con sólo 13 años. Una maniobra de los moderados completó la operación apartando del poder al progresista Olózaga bajo la acusación de haber forzado la voluntad de la reina niña.

En lo sucesivo, Isabel II inclinaría sistemáticamente sus preferencias políticas hacia los moderados, incumpliendo su papel arbitral de reina constitucional al llamar a formar gobierno siempre al mismo partido, lo cual obligó a los progresistas a recurrir a la fuerza para tener opción de gobernar; por esa razón se sucedieron los pronunciamientos, mecanismo de insurrección militar, frecuentemente combinada con algaradas callejeras, para forzar un cambio político.

La ignorancia y candidez de Isabel II se complicaron con su insatisfacción sexual, fruto del desgraciado matrimonio que le arreglaron a los 16 años con su primo Francisco de Asís; una sucesión de amantes reales adquirieron influencia sobre las decisiones de la Corona, al tiempo que confesores y consejeros aprovechaban el sentimiento de culpabilidad y los accesos religiosos de la reina para hacer sentir también su influencia. Isabel II se rodeó así de una «camarilla» palaciega con influencia política extraconstitucional, causa adicional de su descrédito ante el pueblo y la opinión liberal.

Desde el comienzo de su reinado, Isabel II inauguró esta tónica al amparar diez años de gobierno ininterrumpido de los moderados (la «Década Moderada» de 1844-54), en los que el poder estuvo dominado por el general Narváez. Este predominio moderado se plasmó en una nueva Constitución en 1845, en la que el poder de la Corona quedaba reforzado frente a los órganos de representación nacional; y también en toda una serie de leyes importantes que conformaron el modelo de Estado liberal en España en una versión muy conservadora; este giro permitió restablecer las relaciones con el Papado, que reconoció a Isabel II como reina legítima en 1845.

El descontento de los liberales acabó por provocar una revolución que dio paso a un «Bienio Progresista» (1854-56), marcado de nuevo por la influencia de Espartero. Pero una nueva sublevación militar restableció la situación conservadora, abriendo un periodo de alternancia entre los moderados de Narváez y un tercer partido de corte centrista liderado por el general O’Donnell (la Unión Liberal). Los progresistas, excluidos del poder, se inclinaron otra vez por la vía insurreccional, que prepararon desde el Pacto de Ostende de 1866; pero esta vez exigieron el destronamiento de Isabel, a la que acusaban de intervencionismo partidista y de deslealtad hacia la voluntad nacional.

El resultado fue la Revolución de 1868, que obligó a Isabel II (de vacaciones en Guipúzcoa) a exiliarse en Francia. En 1870 abdicó en su hijo Alfonso y confió a Cánovas la defensa en España de la causa de la restauración dinástica; ésta se logró tras el fracaso de los sucesivos regímenes políticos del Sexenio Revolucionario (1868-74), y la entronización de Alfonso XII. La reina madre, símbolo del pasado y del desprestigio de los Borbones, regresó a España en 1876, severamente vigilada y bajo la prohibición de cualquier actividad política; pero sus desavenencias con el gobierno de Cánovas le decidieron a exiliarse definitivamente en París, donde permaneció resentida y aislada, sobreviviendo a su madre (1878), su hijo (1885), su marido (1902) y la mayor parte de sus amantes y amigos.



Alfonso XII

Alfonso XII nació en el Palacio Real de Madrid, hijo de Isabel II. En 1868 fue al exilio a Francia con su familia. Se dice que, preguntado por el regreso de la monarquía borbónica, el general Prim respondió: "Nunca, nunca, nunca."

Alfonso XII fue, en realidad, el primer rey educado para reinar. Estudió en Viena, Paris y en la Cánovas del CastilloAcademia Militar de Sandhurst en Gran Bretaña.

Su madre abdicó a su favor en 1870 y el regresaría a España en 1874. Con anterioridad había firmado el Manifiesto de Sandhurst constatando que estaba a favor de una monarquía parlamentaria.

Mariana de Pineda, ilustre mujer granadina de gran arraigo popular, simboliza la lucha liberal constitucionalista del siglo XIX.

El 1 de septiembre de 1804 nacía en Granada, en el barrio Parroquial de Santa Ana , Mariana de Pineda y Muñoz. Hija natural de D. Mariano de Pineda, de familia de abolengo granadina y de Dña. Mª Dolores Muñoz de familia humilde de Lucena, Córdoba. La distinta condición social de sus padres hizo inviable el matrimonio.

La separación de su madre y la muerte prematura del padre llenó de dificultades los primeros años de su infancia, que al final fue dada en tutoría a un matrimonio sin hijos al servicio de los Pineda. A partir de entonces tuvo una infancia feliz, recibiendo educación en el Colegio de Niñas Nobles. A los 15 años contraía matrimonio con Manuel Peralta y Valte, militar de ideas liberales. En 1822, en pleno trienio Constitucional, Mariana quedaba viuda con dos hijos de corta edad.

En 1823 era abolida la Constitución por Fernando VII, y se restauraba el régimen señorial y represivo del primer período absolutista. En este período de 1823 a 1833, denominado la "Década Ominosa", es en el que transcurre los últimos años de su vida. Mariana participa en las tertulias donde se conspira, asiste a los presos en la cárcel, entre los que se encuentra un primo y un tío suyo, viéndose implicada por la policía en el fuga de su primo Fernando Álvarez de Sotomayor, además de por unos documentos comprometedores descubiertos en su casa de calle Águila.

Los acontecimientos políticos habían extremado su violencia a comienzos de 1831 y la esperanza de los liberales, tras fracasadas y sucesivas sublevaciones contra la tiranía absolutista, comenzaron a desfallecer. A mediados de marzo el subdelegado principal de la policía y alcalde de Casa y Corte, Ramón Pedrosa, conoce por una denuncia la existencia de una bandera para un proyectado alzamiento de los liberales granadinos, obligando a las bordadoras del Albayzín, que por encargo de Mariana confeccionaban la bandera, a llevarla a medio terminar a su casa de calle Águila donde es descubierta por la policía.

Esta "prueba" sirvió de base para la aplicación de la pena capital impuesta a Mariana de Pineda. Fernando VII estimó la propuesta "justa y arreglada a la ley" y firmó la sentencia de muerte, que se llevaría a cabo en la forma ordinaria de garrote vil el 26 de Mayo de 1831. Al conocer la sentencia Mariana dijo: "El recuerdo de mi suplicio hará más por nuestra causa que todas las banderas del mundo".

La coincidencia de su muerte con la eclosión del Romanticismo propició, a partir de su gran personalidad, una imagen de Mariana de Pineda en cierta medida falseada, abocándola a convertirse, para unos en icono liberal o republicano, y para otros tan solo en una víctima inocente asesinada por venganza de un supuesto amor desdeñado; consideración ésta última que también se hace con otras mujeres históricas.

Murió ajusticiada por un doble motivo: haberse unido a los defensores de una causa política y no consentir en traicionarlos. Por eso, aunque indudable heroína en la historia de la Libertad, puesto que por la libertad se alzara la bandera que ella quiso ofrendar y que fue el pretexto legal de su proceso, debemos exaltarla también por su lealtad.


Fué un compositor español que, a pesar de su temprana muerte a la edad de 20 años, realizó una obra sólida e inspirada, dotada de un cierto aire español. Nació en Bilbao. Se inició en la composición de la mano de su padre y a los 11 años compuso el Octeto "Nada y mucho" y a los 13 escribió Los esclavos felices (1820), ópera estrenada con gran éxito en Bilbao. En 1822 se traslada al Conservatorio de París donde estudia violín con Pierre Baillot, y armonía y contrapunto con el musicólogo belga François Fétis y el músico italiano Luigi Cherubini respectivamente. Dos años más tarde sería profesor auxiliar de contrapunto, actividad que le procuró una notable reputación. Persona de frágil salud, murió de tuberculosis pocos días antes de cumplir los 20 años. Entre su música instrumental podemos destacar; Obertura (1818), Temas variados para cuarteto (1820), Marcha militar (1821), Sinfonía (1823) y Tres cuartetos para cuerda donde se nota la influencia del compositor austriaco Joseph Haydn, publicados en París antes de su muerte. Dentro del género lírico y vocal están, Edipo, escena para tenor y orquesta (1818), Medea, escena para soprano y orquesta, Stabat mater (1820), Los esclavos felices (1820), Misa a cuatro voces y una Salve regina.


Goya está harto del absolutismo que impone Fernando VII en el país, así que en 1824 se traslada a Francia, en teoría a tomar las aguas al balneario de Plombières pero en la práctica a Burdeos, donde se concentraban todos sus amigos liberales exiliados. Aunque viajó a Madrid en varias ocasiones, sus últimos años los pasó en Burdeos donde realizará su obra final, la Lechera de Burdeos en la que anticipa el Impresionismo.



Goya continúa su producción innovando y buscando sin cesar otras vías de expresión. Fruto de aquellas investigaciones es este lienzo, terminado un año antes de su muerte; en él existe un estilo absolutamente suelto, independiente de convenciones dibujísticas o compositivas, en una plenitud de color y trazo que sólo pueden estar ejecutados por la mano madura del creador. El Romanticismo campea ya por Europa y Goya, que fue su primer cultivador, se adhiere a este sentimiento exaltado, en el cual se acerca a la figura de su modelo de forma espontánea, íntima, en pinceladas largas y fluctuantes que, sin embargo, conforman una imagen perfectamente articulada.

Goya fallece en Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a la edad de 82 años. Sus restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña ermita de San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que parece que el propio artista la cedió a un médico para su estudio.
Goya inicia un periodo de aislamiento y amargura con sucesivas enfermedades que le obligarán a recluirse en la Quinta del Sordo, finca en las afueras de Madrid en la que realizará su obra suprema: las Pinturas Negras, en las que recoge sus miedos, sus fantasmas, su locura.

Duelo a garrotazos.
En la escena vemos a dos hombres, enterrados hasta las rodillas, que luchan a bastonazos; según muestran las radiografías, Goya no enterró a ambos personajes, sino que fue el restaurador de toda la serie, Martínez Cubells. Al fondo se observa un paisaje donde también se aprecia la mano del restaurador. El Duelo a garrotazos siempre ha sido considerado como un enfrentamiento fratricida, aludiendo a las guerras civiles españolas, aunque se puede extender a la violencia innata del ser humano que tanto criticaba la Ilustración. Por lo tanto, sería la imagen más real y cruel de las Pinturas Negras, donde se elimina todo elemento fantástico. Es una de las más coloristas de la serie, lo que puede ser interpretado como un rayo de esperanza y de vida tras el final de la violencia. Demuestra, por tanto, la preocupación de Goya por la situación política que le tocó vivir, angustia que llevó hasta su propia casa.


Parcas.
En la escena vemos representadas a las Tres Parcas: Atropos, a la derecha, con sus tijeras era la encargada de cortar el hilo de la vida; Cloto, a la izquierda, porta una especie de figurilla que podría simbolizar el alma; en el centro aparece Laquesis que mira a un objeto identificado como una lente o un espejo, símbolo de lo transitorio. La cuarta figura con las manos atadas a la espalda sería posiblemente el ser humano que es llevado por las Parcas a su destino, a la muerte. Sin duda, el tema de la muerte suponía una de las obsesiones de Goya, ya anciano, continuamente enfermo y cansado de vivir.El colorido es más claro en el paisaje, dando una aspecto fantasmagórico a la escena. Como en sus compañeras, la pincelada es rápida y vigorosa, aplicada con enorme violencia.


Asmódea.
En ella vemos a dos figuras volando que señalan a un peñón. Dos soldados parecen apuntar hacia ellas, mientras un grupo de jinetes a caballo intenta tomar la peña. Posiblemente el pintor haga una referencia a la situación política tan tensa que vive España en los momentos en que fue pintada, con los ecos de la intervención francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis. Quizá los franceses sean esos jinetes que vemos en el plano medio de la composición, mientras Asmodea intenta avisarnos de la demolición del edificio liberal, simbolizado por la peña, de modo que los fusileros aludirían a las depuraciones que vendrían después, cuando Fernando VII implantase con fuerza el absolutismo. El colorido usado por el maestro en esta escena la hace de las más interesantes de la serie; los tonos son aplicados, como en las demás imágenes, a través de largas pinceladas, utilizando la espátula, la cuchara y hasta sus propias manos.
El estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 supone un grave conflicto interior para el pintor ya que su ideología liberal le acerca a los afrancesados y a José I mientras que su patriotismo le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. Este debate interno se reflejará en su pintura, que se hace más triste, más negra, como muestran El Coloso



o la serie de grabados Los Desastres de la Guerra.

Desastre n° 7.

Los Desastres de la Guerra constituyen la serie más dramática y terrible entre los grabados de Goya. Consta de 82 estampas que fueron realizadas por el maestro hacia 1810, aunque se introdujeron las últimas escenas hacia 1815. Temeroso de una persecución política por la dureza de los grabados, las guardó a buen recaudo y fue en 1863 cuando fueron publicadas por primera vez. La serie supone una brutal crítica a la sinrazón de un conflicto armado, sin tomar partido ni por "los buenos" ni por "los malos". Su espíritu ilustrado, que había depositado su confianza en la monarquía de José I, se vio traicionado por las brutalidades de los soldados de Napoleón. Así muestra a los franceses, de la misma manera que hace con los españoles, como auténticas máquinas de matar. Que valor! es la única estampa de la serie en la que el anciano pintor alude a un personaje concreto: Agustina de Aragón y su heroica actuación en la defensa de Zaragoza, personalizando el valor desbordado por las mujeres durante la Guerra de la Independencia. La mujer trepa por los cadáveres de los anónimos artilleros para disparar el cañón que salve a su ciudad y a la patria ante el ataque francés. La belleza de esta estampa viene motivada por su monumentalidad y su clasicismo.



Su estilo se hace más suelto y empastado. Al finalizar la contienda pinta sus famosos cuadros sobre el Dos y el 3 de Mayo de 1808:


La lucha con los mamelucos, El 2 de mayo de 1808 en Madrid.

Fusilamientos de Príncipe Pío, El 3 de mayo de 1808 en Madrid.

Cristo crucificado




LA Boda







La vendimia





El cacharrero








Retrato de la familia de Los Duques de Osuna





Retrato de La Duquesa de Alba


Maja desnuda y Maja vestida





En 1795 iniciará una relación con los Duques de Alba, especialmente con Doña Cayetana, cuya belleza y personalidad cautivarán al artista. Cuando ella enviudó, se retiró a Sanlúcar de Barrameda y contó con la compañía de Goya, realizando varios cuadernos de dibujos en los que se ve a la Duquesa en escenas comprometidas. De esta relación surge la hipótesis de que Doña Cayetana fuera la protagonista del cuadro más famoso de Goya: la Maja desnuda. Pero también intervendrá en la elaboración de los Caprichos, protagonizando algunos de ellos. En estos grabados Goya critica la sociedad de su tiempo de una manera ácida y despiadada, manifestando su ideología ilustrada.




Los Caprichos:

Capricho n° 43. El sueño de la razón produce monstruos.
El sueño de la razón produce monstruos iba a presidir la serie en un principio, relegándose al número 43 en la edición definitiva. El pintor cae rendido sobre su mesa de trabajo, rodeándole una serie de animales, sus propios monstruos y fantasmas. Con esta imagen querría indicarnos cómo la razón libera sus fantasmas durante el sueño, a través del subconsciente, por lo que se supone un anticipo del Surrealismo. También podría aludir al deseo del artista por desenmascarar todos los monstruos de la sociedad a través de sus estampas, destacando así el poder de la razón sobre las tinieblas de la ignorancia, filosofía característica del pensamiento ilustrado.


Más Caprichos














There They Go Plucked. (Caprichos, no. 20 Ya van desplumados.)


Nothing Could Be Done about It. (Caprichos, no. 24 - Nohubo remedio)


Might Not the Pupil Know More (Caprichos, no. 37 Si sabrá mas el discipulo)


And So Was His Grandfather. (Caprichos, no. 39 Asta su abuelo.)


Thou Who Canst Not. (Caprichos, no. 42 Tu que no puedes.)


Tale Bearers - Blasts of Wind. (Caprichos, no. 48 Soplones.)


Hobgoblins. (Caprichos, no. 49 Duendecitos.)


The Chinchillas. (Caprichos, no. 50 Los chinchillas.)


They Spruce Themselves Up. (Caprichos, no. 51 Se repulen.)


What a Tailor Can Do! (Caprichos, no. 52 Lo que puede un sastre!)


What a Golden Beak! (Caprichos, no. 53 Que pico de oro!)


To Rise and to Fall. (Caprichos, no. 56 Subir y bajar.)


Look How Solemn They Are! (Caprichos, no. 63 Miren que grabes!)


Where Is Mother Going (Caprichos, no. 65 Donde vá Mamá)


There It Goes. (Caprichos, no. 66 Allá vá eso.)


Pretty Teacher! (Caprichos, no. 68 Linda maestra!)


You Will Not Escape. (Caprichos, no. 72 No te escaparas.)