2º Trimestre.
1. El impacto de la Primera Guerra Mundial.
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, fue seguido de una
declaración de neutralidad del Gobierno español, encabezado por Eduardo Dato, que obtuvo
un respaldo prácticamente generalizado. Al aislacionismo que había caracterizado la política
española desde hacía más de un siglo, se unía la conciencia de la propia debilidad diplomática,
económica y militar.
La neutralidad, sin embargo, no impidió que la opinión pública se dividiera entre
“aliadófilos” y “germanófilos”, ni que el tema se debatiera apasionadamente en las Cortes, la
prensa y la calle. En general, la opinión progresista, los intelectuales y los sectores financieros
e industriales apoyaban a los aliados, a quienes se identificaba con el liberalismo
parlamentario, mientras los “germanófilos” eran mayoría entre los oficiales, el clero, la aristocracia y los terratenientes, que se identificaban con el orden, la disciplina y el conservadurismo asociados a la imagen de Alemania.Mucho más importantes fueron las consecuencias económicas. Tras unos meses de
recesión, provocada por la salida de capitales y el hundimiento de los negocios, a partir de
1915 se produjo un auténtico boom económico. España se convirtió en suministradora de los
países en guerra.La producción industrial creció gracias al aumento de la demanda exterior (auge de
las exportaciones y de muchos productos cuyo destino era el mercado interior) y a la necesidad
de sustituir importaciones con producción propia. La doble tendencia (expansión de las
exportaciones con la disminución de las importaciones) provocó un cambio en la balanza
comercial, con superávit entre 1915 y 1919.Por tanto, se crean o amplían empresas, se obtienen elevados beneficios empresariales,pero la expansión también produjo tensiones sociales. La Guerra, en efecto, con el incrementode las exportaciones y por los problemas para importar productos deficitarios, provocó un
desabastecimiento del mercado interior con el consiguiente aumento de los precios, muy fuerte
durante 1916,1917 y 1918. La conflictividad social, en consecuencia, se acentuó facilitando el
auge del movimiento obrero, reivindicando alzas salariales y la mejora de las condiciones de
trabajo.
2. La crisis de 1917. FOTOS!!!!
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10.2. EL BIENIO REFORMISTA.
Se llama así al período que va desde abril de 1931 hasta septiembre de 1933, que se
caracteriza por los importantes cambios que intentó el gobierno de centro-izquierda.
El Presidente de la República (desde 1931 hasta abril de 1936) fue D. Niceto Alcalá
Zamora (representante de la derecha moderada) que garantizaba la no radicalización del
gobierno republicano.
El Jefe del gobierno hasta 1933 fue D. Manuel Azaña (representante de la izquierda
moderada). Durante su gobierno se aprobaron una serie de reformas indispensables para
modernizar la sociedad y el Estado. Estas reformas no contaron con un apoyo mayoritario y
generaron graves crisis.
Reformas y crisis:
La reforma agraria. Creación del Instituto de Reforma Agraria. Se aprueba una Ley para
redistribuir la propiedad agraria (muy demandada por los jornaleros sin tierras). Los
terratenientes boicotearon esta ley y los repartos de tierras fueron muy lentos.
Reformas laborales. Promovidas por Francisco Largo Caballero (UGT) ministro de
trabajo. Se regularizan los contratos y convenios colectivos, fomentando la asociación sindical
de los trabajadores. También se regula la jornada laboral y los contratos de los trabajadores
agrarios. Tanto los empresarios como los trabajadores de la CNT se negaron a colaborar.
Reformas militares. El propio Jefe del Gobierno M. Azaña se hizo cargo del Ministerio
de la Guerra para efectuar estas reformas. Sus objetivos eran: reducir el enorme número de
oficiales con una jubilación anticipada voluntaria. Reorganizó la administración militar y cerró
la Academia Militar de Zaragoza (cuyo director era el General Franco). Someter la jurisdicción
militar al poder civil y lograr la fidelidad personal de los militares al régimen republicano.
Reforma religiosa. Creación de un estado laico independiente de la Iglesia. Se aprueban
la Ley de Congregaciones Religiosas y la Ley del Divorcio. La enseñanza religiosa deja de ser
obligatoria. La negativa de la Iglesia a aceptar estas condiciones (Cardenal Segura) enfrentó a
los católicos contra la República, y la Iglesia se convirtió en el blanco de los republicanos más
radicales.
Reforma educativa. Se intentó copiar el modelo educativo francés: unificado, público,
laico y gratuito, con trato de igualdad para niños y niñas. Se consideró la educación como un
derecho fundamental y el Estado hizo un gran esfuerzo en la formación de profesores, la
construcción de escuelas, la difusión de libros y becas. Desempeñaron un importante papel las
Misiones Pedagógicas, que llevaron la cultura, al medio rural más abandonado. Los profesores
fueron el grupo que más apoyó al régimen republicano y por eso fue el más represaliado por los
franquistas.
Reforma autonómica. En abril de 1931, el líder de ERC, Francesc Maciá proclamó la
República Catalana dentro de la República Federal Ibérica, pero al final aceptó la Constitución
de 1931 y renunció a la independencia a cambio de un Estatuto de Autonomía, que concediera
gobierno propio para Cataluña (Generalitat). Se concedió en 1932.
En el País Vasco, el primer Estatuto de Autonomía fue rechazado por ser demasiado
conservador y posteriormente cuando se presentó en 1933 será bloqueado por el gobierno de
centro derecha. Al final será aprobado en plena Guerra Civil (octubre de 1936).
La oposición a la República se organizó inmediatamente después de su proclamación,
promovida por militares nostálgicos de la Dictadura de Primo de Rivera. En agosto de 1932 el
General Sanjurjo dio un golpe de estado que fracasó. Pero la derecha se organizó para alcanzar
el poder por medios democráticos, participando en Partidos políticos.
No toda la oposición era derechista, los anarquistas más radicales crearon la FAI
(Federación Anarquista Ibérica) liderados por García Oliver y Durruti, que deseaban
desestabilizar al régimen republicano con huelgas y conflictos constantes, que a veces se
saldaban con la muerte de obreros o Guardias Civiles. El suceso más grave fue la matanza de
Casas Viejas (Cádiz) en enero de 1933, que junto con las divisiones en el seno de la coalición de
gobierno, provocó la dimisión de Azaña como Jefe de Gobierno y la convocatoria de elecciones
generales para noviembre de 1933.
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Guerra Civil.
b) Evolución política de la España sublevada.
La militarización de la sociedad.
Signo muy distinto tuvo la evolución política en el bando rebelde. La muerte del
general Sanjurjo en accidente de aviación, el día 20 de julio de 1936, cuando se dirigía a
Burgos para encabezar la rebelión, puso en primer plano la figura de Franco, a quien solamente podían hacer sombra figuras como Mola, quien también fallecería en junio de 1937. La junta técnica, creada por los rebeldes en Burgos, funcionó como embrión de un nuevo gobierno; hasta que en septiembre de ese año una reunión de generales en una finca de Salamanca acordó nombrar a Francisco Franco generalísimo y
jefe de un nuevo Estado aún sin definir. En los meses siguientes, Franco -designado interlocutor privilegiado por Hitler y Mussolini y jefe incontestable de las tropas marroquíes- lograría hacerse con la jefatura política y militar del nuevo Estado. La sublevación, que en el sur se había hecho al grito de "Viva la República", fue
adquiriendo nueva orientación cuando Franco adoptó en agosto la bandera roja y gualda y oficializó el grito de "Viva España", con lo que se ganaba la adhesión de monárquicos de distinto signo. La inexistencia de una dirección clara en la Falange -preso en Alicante su líder, José Antonio Primo de Rivera, que sería juzgado y fusilado en noviembre le permitió, con el concurso de Ramón Serrano Súñer y más tarde del líder falangista Raimundo Fernández Cuesta, ponerse a la cabeza también de ese cada vez más numeroso contingente. Con respecto a la CEDA, aunque Gil-Robles se adhirió con entusiasmo a la sublevación y se puso a las órdenes de Franco, este no permitiría su presencia en España y, al igual que el dirigente carlista Fal Conde, permanecieron retirados en Portugal. Mola, por su parte, tampoco había permitido a don Juan, hijo del destronado Alfonso XIII, permanecer en sus filas.
La unificación política.
De hecho, todas las actividades políticas habían sido suspendidas en septiembre de
1936. A comienzos de 1937, toda la España sublevada estaba disponible para ser liderada
por el general más prestigioso, y este era Franco. En febrero de 1937 estableció como
himno nacional la Marcha Real, y a finales de mes, tras algunas refriegas entre falangistas
en Salamanca y la condena a muerte del jefe nacional de Falange, Manuel Hedilla, el
generalísimo se constituyó en jefe nacional del partido único que, con el nombre de Falange
Española Tradicionalista y de las JONS, surgía para agrupar políticamente a toda la España
rebelde a la República.
El nuevo estado totalitario.
Aún seguiría funcionando unos meses más la junta técnica creada en Burgos, pero en enero de 1938 se constituyó el primer gobierno del nuevo Estado.
A partir de ese momento, el poder en todos sus aspectos radicaría en el cuartel
general del Generalísimo. El primer gobierno de Franco constituía un agregado de las fuerzas conservadoras,
compuestas por tradicionalistas, falangistas y, sobre todo, militares.
Como remate del proceso de legitimación de la guerra, el episcopado español se
dirigía en julio de 1937 a los católicos del mundo con una carta colectiva, escrita por el
cardenal Gomá, en la que explicaba la naturaleza religiosa de la guerra. Quería
desautorizar, a petición de Franco, a un sector de la intelectualidad católica extranjera que,
sobrecogic do por la represión ejercida por los nacionales sobre algunos grupos de
militancia católica, se empeñaba en desvelar motivaciones menos confesables de la
contienda. A pesar de su opción por el Movimiento Nacional, la pastoral no significaba un
cheque en blanco; al contrario, permitía entrever los recelos de la Iglesia ante la
estructuración totalitaria del nuevo Estado conforme al modelo de sus amigos, las potencias
fascistas de Europa.
2. Las consecuencias de la guerra.
Como las guerras carlistas en el siglo XIX, la Guerra Civil fue el episodio más traumático que vivió la
sociedad española durante el siglo XX. Durante tres años, conciudadanos, e incluso miembros de una misma familia, luchaban entre sí; el odio entre los españoles se acrecentó, resultando inevitable el deseo de
aniquilación del contrario. Los que vencieron excluyeron y persiguieron a quienes no se
habían sumado de manera entusiasta a su bando. El dolor de la mayoría y el rencor de muchos
era el denominador común de la España de los años posteriores a la contienda. En los últimos meses de la guerra, millares de combatientes republicanos y de familias enteras que habían defendido públicamente al gobierno legal tuvieron que abandonar España de manera precipitada, dejando atrás todas sus pertenencias y propiedades. Miles de combatientes, intelectuales, militantes de partidos y sindicatos se agolpaban en el puerto de Alicante, última ciudad en ser tomada por los franquistas, esperando tener plaza en uno de los barcos que los llevarían a algún país que los quisiese acoger. La frontera catalana con Francia era un río de personas que tuvieron que sufrir las penalidades del exilio, muchos jamás regresaron. En resumen, casi medio millón de muertos, de los que una buena parte corresponde a los asesinatos de las retaguardias o en las cárceles de los vencedores.Acabada la guerra, más de 250000 personas ingresaron en prisiones o en campos de trabajo forzado. Decenas de miles de españoles exiliados se concentraron en campos de
internamiento en el sur de Francia, más tarde se dispersaron por países europeos, por el
norte de África y sobre todo en Latinoamérica; México fue la nación que acogió mayor
número de personas y su capital se convirtió en la sede política de la República en el exilio.
Las consecuencias en la cultura española fueron importantísimas. Quedó destruido
todo el esfuerzo de regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata de la cultura
española (1898-1936). Fueron ejecutados o destituidos por el franquismo más del 60% de
los maestros y profesores. Prácticamente la totalidad de los intelectuales de la generación
del 27 y los más notables científicos y artistas murieron o marcharon al exilio: figuras
señeras como García Lorca, Buñuel, Antonio Machado, Alberti, Picasso, Américo Castro
son buen ejemplo de esta desertificación cultural. La cultura oficial retrocedió a los tiempos
del oscurantismo clerical, la represión y la censura, propias de la época de la Inquisición.
Las consecuencias en el terreno económico fueron desastrosas para el país: la
pérdida de reservas, la disminución de la población activa, la destrucción de
infraestructuras viarias y fabriles, así como de viviendas -todo lo cual provocó una
disminución de la producción- y la caída del nivel de renta. La mayoría de la población
española hubo de sufrir a lo largo de las décadas de 1940 y 1950 los efectos del
racionamiento y la privación de bienes de consumo.
Las consecuencias políticas fueron el final de la más importante experiencia
modernizadora y democratizadora que había tenido la España contemporánea y el inicio
de un larguísimo período de represión, de falta de libertad política y la supresión de
derechos fundamentales de las personas.
En el ámbito internacional, España inició veinte años de aislamiento político, con excepción del reconocimiento que obtuvo de algunos estados, como el Vaticano y Argentina. Quedó fuera del fuerte impulso de progreso que se inició en Europa después de 1945. España llegaba a la
mitad del siglo XX sin haber solucionado sus problemas de convivencia política y sin conseguir la participación de todos sin exclusión.
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